Junio 4

Los santos caminan en paz. Y aquellos que permanecen en su presencia son los verdaderos pacificadores, generando y regenerando, a través del amor divino que están en Dios, la luz que otorga la gracia de la paz en todas partes.

  Tú como pacificador puedes disfrutar de los rayos de Dios cuando te elevan en la luz a través de tus ofrendas del Espíritu y cuando otros son lavados por las aguas vivas de la luz a través de tu alma mientras los atiendes con gracia. Cada vez que eres grácil  de alguna manera, en la forma en que vives, te mueves y tienes tu ser, la luz de la paz se magnifica. Cada vez que hay una infusión de amor a través de tu corazón al dar la plenitud de lo que eres a otro, esa luz radiante que es paz pura -con todas sus posibilidades de armonización, ecuanimidad y resolución del conflicto- realiza su trabajo perfecto dentro de la atmósfera que te rodea y a través del campo áurico que portas en la luz viviente de tu Presencia.